lunes, septiembre 03, 2012

EL ABUELO MATÍAS












El abuelo Matías no pasaba para nada inadvertido. Con su clavel rojo en la boca y cantando coplas valencianas, se paseaba por Venado  con un desenfado y una alegría que disimulaba su renquera, producto de una lesión que le  ocasionó  una de sus aficiones: la pelota paleta. Dicen que era el más eximio jugador de pelota pedrada de estos lares. También jugaba a las bochas, disciplina que le hizo conocer a mi tío abuelo Domingo Whitty. Lo cierto es que ver a Matías Mestre por las calles o la plaza San Martín era una invitación al optimismo. Era la más cabal muestra de alegría en la parsimonia habitual del pueblo en aquellos años de finales de los sesenta. No recuerdo haberlo visto triste ni una vez. Siempre cantando, hablando con los hombres y cortejando a las mujeres. Todo el mundo hablaba de él con una sonrisa.      De joven había trabajado a destajo, amasando una fortuna que se llevó la quiebra de la firma que comercializaba sus cosechas. Una vez por semana almorzaba en casa. Hablaba él solo, porque era locuaz y porque mi padre agachaba la cabeza en señal de respeto. Con mi madre ocupada, sólo quedaba mi abuela Paula para seguir el diálogo. El resultado era una charla que yo no entendía, ppero que ellos disfrutaban a más no poder. El abuelo Matías murió en 1971. Sólo recuerdo que,  por esa época, su júbilo se había diluido.  

© Juan José Mestre.

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