martes, enero 18, 2011

El caótico invento del amor


Sólo mis sueños son comparables a la mata de tu pelo y lo ilimitado del sinfín. Tu espalda es arroyo manso cayendo hacia los meandros del río. Sacerdotisa sin deidades, ocultas el rostro entre los vitrales mortecinos de mi absurdo templo. Recorro tu cuerpo sin respiro, porque al instante tornarás esquiva hacia la luz que afuera ha estallado. Demoníaco aparecido que sencillamente quiere cerrazones, retengo un segundo bestial la desnuda penumbra de tu vello para morir con la grácil sensación de haber amado cuando mi esencia es el odio. Como Miguel, has incrustado un soplo de alivio en el infierno.


© Juan José Mestre

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