Desamparo de la muerte entre la fría melancolía de los duendes. Una mirada ausente, la sonrisa triste y suave, los pasos de mi viejo llorando huellas, la cabeza vencida por el cansancio, San Lorenzo en los domingos de Spica y Clarín porque se lo pedía, el casín y la loba en las tardes cuando la siesta se imponía, el pucho a escondidas, los sueños rotos de la vida, el amor entre susurros, las birras en el patio vestido de parra virgen, el verano que adoraba, el otoño que marcó la partida...
Una tumba, un recuerdo, un patoruzú que ya no leo, las naranjas Crush porque Coca Cola no había, el castillo en la exposición para el viaje de egresados y todos los misterios compartidos en la tierra y en el cielo que pintaba con el beso al mediodía, la casa que lo extraña, el sueño inmarcesible, el dulce celeste de sus ojos, Juancito para algún amigo, gallego para otros, un buen tipo para todos, Tía Vicenta maltratando a Illia, la tristeza de mi madre y mi recuerdo enamorado.
© Juan José Mestre
Nota: las citas aquí expuestas responden casi todas a marcas comerciales y referencias personales del autor.
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