Volar con las alas rotas. Escalar la montaña sin piernas. Oír la música aún en el silencio. Llegar a la meta y descubrir que no es la última. Recorrer un bosque umbrío con la esperanza del sol en el claro. Caminar por las noches y buscar estrellas allí donde no las hay. Gritar en el sueño despierto para anunciar al mundo la locura de ser laboriosos hacedores de nuestro destino. Ver en el erial lo bello de la mañana. Beber agua fresca de la acequia con los manos como cuencos. Caer en el sortilegio de la siesta mientras una lagartija mira curiosa- el eterno encanto de la luz...
© Juan José Mestre |
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