miércoles, noviembre 27, 2019

LA MUERTE


LA MUERTE


Anoche, mientras dormía,  me vinieron algunos recuerdos. Tenían algo en común: la dualidad de la muerte. Es una pérdida, por supuesto, pero en este plano. Por lo demás, es liberadora  para quienes vivimos en la fe de la vida eterna. En mi experiencia, recuerdo el velatorio de mis padres: puedo asegurar que sentí felicidad y desolación al mismo tiempo: no puedo explicarlo, pero fue así. La partida de mi abuelo materno fue una tragedia y ahora es un dulce recuerdo. Tres de mis primos sufrieron mucho en sus paridas y tuvieron los más bellos ocasos que pude contemplar. Lo digo porque no fui a sus sepelios y, a modo de oración, observé los  más prodigiosos naranjas y rojos que jamás haya visto.  Vestimos a nuestros muertos con sus mejores ropajes y  Norman Mailer escribió una novela llamada  “Los desnudos y los muertos”. Nada más cierto que este símil. Es que para Nuestro Señor no necesitamos más vestido que la Divina Luz de Dios Padre.

 © juan  josè mestre  


domingo, septiembre 21, 2014

EL TANGO


Estaba allí, con su vestidito rojo. Miraba hacia la nada. La soledad de sus manos la hacía más frágil. De pronto, él estira su mano sin mediar palabra y la lleva a la pista. Ahí están, bailando en un abrazo cósmico. La sangre fluye y se arrebata. Un requiebro  totalizador los une: en una voluta encendida de silencios, ni oyen la música: la sienten. Las manos truecan en caricias inmóviles, meditación entre pagana y sacra que los introduce en un vórtice ensimismado y univoco. Ahora son una entidad que ha salido de ellos y los acompaña hacia el ensueño del cual nunca se vuelve. La  conexión es total, armónica. La pasión modula su canción de baile. Ellos no lo perciben. Es una mezcla de notas, carne y alma. En un instante, lo eterno. En la eternidad, los duendes de Carriego y Pichuco. Y el final, otra vez... la silla y la mirada vacua y la nada para ella. La ausencia para él. En  la pista, una voluta sigue danzando, sempiterna.

© Juan José Mestre


21-09-2014  

martes, julio 23, 2013

UNOS VERSOS



Te extraño,
difusa ternura de mis días,
es fría el aura que  te sueña.
es dulce el recuerdo,
es triste tu olvido…


© Juan José Mestre

jueves, enero 17, 2013

FONEMA


Escribo una palabra:

No sé cuál será

Ni su prelación.

Tal vez nada importe

porque todo es una melaza informe

en esta Babel sin rumbo. 



© Juan José Mestre 

martes, noviembre 13, 2012

ECLIPSE

El sol,
esa pátina difusa que cubre la mañana,

no alcanza.

Tampoco sirve la desnudez de los árboles

o el canto ominoso
de los pájaros ateridos.

Un microcosmos
sombrío y turbio se ha convertido
en neófito dominador de los confines.

La esperanza ha desaparecido:

es una fútil necedad
el buscarla.

Nada es posible cuando lo irrevocable decide.  






© Juan José Mestre

lunes, noviembre 05, 2012

HAY EL AZUL



hay el canto y la locura
el milagro y el misterio
de la brisa y de la niebla

hay un sollozo y hay la vida
incrustada en los espejos
(narcisista en el atisbo receloso)
del espacio
que puede hacerle sombra
en el umbral del Tiempo

hay un inicio
un final
un entretanto

la sangre de Dios
el arte
esa melancolía por lo excelso

que muere en aras de un responso
–vitral encendido en soles–
cuando el azul

vuelve al lógico desvarío de ser aguamarina tácita en el adagio

© Juan José Mestre – “Indicios”,  pág.   109 


domingo, noviembre 04, 2012

41º Encuentro Nacional Argentino- Irlandés en Venado Tuerto




El día pintaba feo a la mañana, pero cercano el mediodía comenzó a despejarse el cielo y se hizo una hermosa tarde. Perfecta para estar al aire libre en el parque de Sociedad Rural. Y se fue  creando un clima cordial, de una calidez y una alegría muy difícil de explicar, pero muy placentero como vivencia. Música, danza, bebidas y comidas tradicionales lograron una mixtura bellísima, única. Las canciones de Caren Jordan, las danzas de los distintos ballets, un grupo que fusiona Rock,  jazz y otros ritmos música tradicional irlandesa, hilvanaron el crepúsculo hacia una nostalgia alegre, tan parecida de estos descendientes de aquellos irlandeses que, enamorados de estas tierras, las hicieron suyas. Son seres abiertos, íntegros, con un gran amor hacia la tierra que los cobijo en su verde para que no se borrara aquel de sus ancestros. Buena gente y llena de amor. Esa es la síntesis.

© Juan José Mestre.

viernes, noviembre 02, 2012

SIEMPRE HAY TONTOS




 
Siempre hay tontos. En todas partes. En todos lados. Que son pobres. Y felices. Que son blanco de las pullas de aquellos que creen en la dicha empaquetada y la dignidad vestida con lo último de Armani. Siempre hay tontos que creen en la igualdad, en la amistad sin condiciones, en la simpleza, los países sin fronteras, en aquel baile universal de Zorba, en la libertad, la compasión, la piedad, en la vida y en la risa. Siempre hay tontos. No se puede luchar en su contra: son muchos y están en todas partes. Al final de la jornada serán los vencedores.     



© Juan José Mestre

jueves, noviembre 01, 2012

NOVIEMBRE





Algo extraño esconde este noviembre
indeciso como la primavera indecisa:
fluctuante en los nardos y en la lluvia,

incierto como la incertidumbre misma
se cuela por los intersticios del alma
y pulveriza a la ilusión…

…que siempre se alimenta de imposibles…



© Juan José Mestre

miércoles, octubre 31, 2012

LOTERIA FAMILIAR




La familia se había reunido. Éramos nosotros y unos cuantos hermanos de mi abuela. Yo tenía un precioso juego de  lotería, regalo de mis padres. Empezaron a jugar al bingo familiar con ese desparpajo tan común en alguien que espera pasar una agradable velada.  En medio del juego, yo pedí “cantar” los números. Me dieron las bolillas. Al poco rato, el tío “Palo” comenzó a protestar por mi demora y mi “tartamudez”. Al principio, nadie le hizo caso. Pero fue tanta la insistencia y su enojo que mi mamá optó por quitarme las dichosas bolillas. Comencé a llorar y mi madre estalló. Me levantó en una forma violenta e irracional. Me llevó a la pileta de la cocina, abrió la canilla con toda su fuerza y metió mi cabeza bajo el  chorro de agua. Nunca sentí tanta desesperación como aquella vez. No recuerdo cómo terminó la reunión, pero sí que mi madre dejó una parte de su ser en ese hecho que nunca pudo perdonarse y que –después- me pedía que no se lo recordara  porque le hacía mal. Es que en esa noche se dejó llevar por un tipo que era la imagen del fracaso. Por alguien que después pagaría tanta arrogancia de la forma más cruel, pero esa es una historia tan vieja como el hombre: no ser capaz de aceptar al otro tal cual es.

©  Juan José Mestre.