LA MUERTE
Anoche, mientras
dormía, me vinieron algunos recuerdos.
Tenían algo en común: la dualidad de la muerte. Es una pérdida, por supuesto,
pero en este plano. Por lo demás, es liberadora
para quienes vivimos en la fe de la vida eterna. En mi experiencia,
recuerdo el velatorio de mis padres: puedo asegurar que sentí felicidad y
desolación al mismo tiempo: no puedo explicarlo, pero fue así. La partida de mi
abuelo materno fue una tragedia y ahora es un dulce recuerdo. Tres de mis
primos sufrieron mucho en sus paridas y tuvieron los más bellos ocasos que pude
contemplar. Lo digo porque no fui a sus sepelios y, a modo de oración, observé los más prodigiosos naranjas y rojos que jamás
haya visto. Vestimos a nuestros muertos
con sus mejores ropajes y Norman Mailer
escribió una novela llamada “Los desnudos
y los muertos”. Nada más cierto que este símil. Es que para Nuestro Señor no
necesitamos más vestido que la Divina Luz de Dios Padre.
© juan josè
mestre