martes, octubre 09, 2012

UN BUEN HOMBRE


UN BUEN HOMBRE



Se puede catalogar a mi abuelo Nasif como un buen hombre y sin duda lo fue. Vivió para su familia y su trabajo. Y los demás. Generoso  como pocos, se brindaba al prójimo sin condiciones. Pagaba las compras de las mujeres que hallaba en la verdulería, incluida mi tía Pepa, por el solo placer de de brindarse. Todos los mediodía esperaba la salida de las maestras de la escuela 497, a la sazón en Rivadavia y Pavón, para ayudarlas con los útiles y acompañarlas hasta su casa. Todos los días, puntualmente, se llegaba a la escuela donde estudiaba mi tía Nilda ( la 540) para dejarle facturas para ella y sus compañeros. Muchos le deben el trabajo de ferroviarios, muy bien remunerado en aquella época, por sus recomendaciones. Todos  los días compraba pan fresco y lo dejaba en una cesta para quien no pudiera comprarlo. Sí, digo pan fresco porque él mismo iba a comprobar que no lo habían cambiarlo. De mí no voy a hablar porque será redundante contar tofo  lo que me daba: sólo voy a decir que nunca me voy a olvidar de lo dorado del sol al atravesar la vitrina donde Sanesteban guardaba los pastelitos con almíbar que me compraba cada día. Ese mismo hombre murió el 20 de julio de 1962, veinte  minutos después de llevarme a comprar tizas de colores. Ese hombre al que los recolectores de  residuos extrañaban porque en las madrugadas les alcanzaba una copita de caña o de grappa.

© Juan José Mestre.


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