sábado, octubre 06, 2012

LETICIA




Margarita Kenny nos había dado como tarea ir al cine el fin de semana. Daban una película que quería comentar en su clase de  psicología del lunes. Yo no fui, Leticia tampoco. Y así, medio curso. Como siempre tenía todo previsto apenas entró al aula, la dividió en dos sectores: los que sí, a la izquierda; los que no, a la derecha. Yo quedé solo en mi banco con tanto recambio. De pronto,  escuché que me decía ¿puedo sentarme con vos? Estaba parada a mi lado con su carpeta apretada contra el pecho. A los cinco minutos estábamos charlando como si nos conociéramos  desde siempre. Charlando es una manera de decir.  Margarita no permitía que se hablara en su clase. Así que permanecimos en silencio gran parte del tiempo. Pero en ese cuasi mutismo, yo la sentí, por primera vez, mi amiga. Y por lo visto fue mutuo, porque a partir de ese momento no nos separamos más. Leticia era una preciosa muchacha de quince años, tímida e introspectiva. Siempre tenía un dejo de tristeza. También podía ser muy alegre por momentos. Pero si hay algo que la caracterizó siempre fue su fidelidad y consecuencia. Puede no cumplir con algo intrascendente, pero nunca te va a dejar en las cosas importantes. Tenemos toda una vida de amigos y muchas cosas compartidas, así que podría estar horas escribiendo sobre ella. No es mi intención; sé que, irremediablemente, aparecerá siempre en estos relatos del día a día.

© Juan José Mestre.

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