jueves, octubre 04, 2012

LA LIEBRE Y LA TORTUGA




Llegamos a La Cumbre en una preciosa mañana de septiembre. Lo obligado  era llegar al pie del Cristo Redentor. Mientras nos preparábamos para la aventura, le dije a mi mamá que hiciera lo mismo.  Me  contestó que no tenía ganas. Lo pensé y me pareció lógico. Emprendimos el ascenso y ella, con unos pocos más, se quedaron en el micro. Yo parecía un rey rodeado de una corte de adulones. En realidad, buscaban rodearme por todos los flancos para que no me cayera. Era un poco arduo, pero no tanto. Cuando llegamos, nadie cabía en su alegría. Salvo la cara de Leticia, que había optado por subir por el brazo de un arroyito seco para llegar primero. Cuando me vio, no lo podía creer.  Nosotros, fresquitos y campantes; ella. extenuada y cubierta de tierra y ramitas secas. Allá arriba era todo alegría y no tardó en contagiarse. El paisaje era increíble y con Oscar Pollioto y Oscar Paroli fuimos al pie del Cristo y me tuvieron que pisar para que no me llevara el viento. Nos sacamos una foto, pero en una diapositiva. Aún la tengo, pero no se puede escanear. En fin, que la pasamos genial allá arriba  no hay dudas. Ya de regreso al colectivo, le pregunté a mi vieja por qué no había subido. Me dijo que no hubiera soportado el hecho de  llegar ella y yo no… Seguimos nuestro camino en ese viaje de egresados increíble, allá por el ’75. El  trayecto hacia nuestro próximo destino sirvió de descanso y de disfrute  para encarar con fuerzas el desafío de la segunda parada del día.


© Juan José Mestre.


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