martes, octubre 16, 2012

DISCURSO DE LAS BODAS DE PLATA PARA LA PROMOCIÓN 1975




  La vida tiene estas cosas. Nos hizo creer que el tiempo no había pasado. Y nos dio esta sorpresa.

Veinticinco años se deslizaron para propiciar el reencuentro de una época como todas, con alegrías y de las otras, de las que también nos hizo olvidar. Cuando llegó aquella hora, aquella en la cual cada uno de nosotros tomó su propio camino, ni siquiera nos dimos cuenta que terminaba algo; más bien, para nosotros empezaba todo y la prisa era muy grande como para decirnos "Te veo dentro de veinticinco años". Aún ahora suena absurdo, pero es verdad: Hicieron falta estas Bodas de Plata de nuestra Promoción para volver a estar juntos.

Es cierto que algunos de nosotros tenemos una vida en común, porque nunca nos separamos y nos seguimos viendo, pero así y todo, lo hemos hecho como amigos, pero en este juego de roles que la vida nos propone, jamás lo hicimos como compañeros.

Entonces, si este mensaje trata de bienvenidas y recuerdos, deberemos decirles y decirnos: Bienvenidos a todos a esta época de evocaciones, bienvenidos por los recuerdos de nuestras esperanzas, de aquella época que fue única e irrepetible - como todas las épocas de nuestras vidas -, pero única e irrepetible al fin.

Y fue así porque nosotros, todos nosotros la hicimos así, porque en nuestros años de secundaria despertamos al amor, a ese amor que era nuevo para la mayoría, y también descubrimos la amistad, esa que perdura a lo largo de la vida, y las ilusiones de un futuro que ni nos planteábamos seriamente, porque eran años para tomarlos a la ligera, en los que hasta nuestras tristezas parecían más livianas
y hasta nos hacíamos ilusiones de que éramos invulnerables.

Tiempo aquel en el que cualquier tropelía cometida, nos parecía una hazaña de rebeldía, Porque eran años rebeldes y cantábamos "La marcha de la Bronca" y nos quedábamos extasiados con Pink Floyd o Deep Purple o con la guitarra prodigiosa de Santana...
Porque leíamos novelas baratas, pero también "Cien años de soledad", porque nos copiábamos y eso sí que era una hazaña, porque tomábamos Coca Cola o café después de ver "Las fresas de la amargura" en el Ideal y salir destrozados por la injusticia.

Pero al día siguiente, volvíamos con la inocencia incólume a nuestra rutina del colegio, a los apuntes prestados, a los recreos nerviosos para recuperar una nota en los cinco minutos que duraban... A los cigarrillos furtivos en el baño o en el patio, a las bromas pesadas y nuestras peleas diarias, casi continuas...

Fue  una linda época, porque el tiempo hace eso: nos regala etapas y nos deja recuerdos que son casi todos hermosos y nuestros dolores se van diluyendo como si se lavara una mancha, y nos queda sólo lo bello, lo bello y lo blanco y no hay más cosas amargas y tristes. No hay lugares tristes para nuestros recuerdos lejanos. Nuestros corazones no lo permitirían.

Así venimos esta  noche, con el alma pura de nuestros sueños jóvenes, muchos incumplidos, pero ¡qué importa! Nuestra realidad es ésta, ésta de hoy y ya mañana habrá tiempo para pensar en esas cosas. Lo que el hoy nos propone es este reencuentro de abrazos fraternos, de emociones fuertes, de lágrimas de alegría y de ternuras calmas que todos nos merecemos. Hoy es nuestra noche, debemos disfrutarla y estar todos juntos, juntos y amorosos. Para seguir llenando nuestras almas de alegrías y nostalgias, de sentires y amistades, de sonidos y aromas lejanos, de sabores casi olvidados, de facturas y de chicles, de amores y desengaños, de personajes queridos y otros no tanto.

La vida tiene esas cosas. Nos regaló esta noche, sin advertirnos siquiera qué cosas hacer para finalmente recalar en este puerto del alma que tiene un muelle seguro e incierto como el mar, un puerto que se llama corazón. Y claro, con el corazón pleno de ternuras y recurrentes imágenes que devienen de un pasado hermoso, se deslizará la noche hacia el mañana, que por cierto, nos dará la impresión de no ser ya los mismos, aún siendo nosotros mismos.

Sí, definitivamente, la vida tiene esas cosas y regalos como esta noche.  


© Juan José Mestre

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