La dulce lluvia enjuga nuestras lágrimas de aserrín macerado en amnesias. El cielo, cómplice de olvidos, se distrae dibujando grises. Un rosal yermo de matices intenta la inútil mutación hacia el ensortijado muro de la hiedra detenida. Nada queda del amor. Sólo la maraña de caminos paralelos que la azalea ha entramado con el arcano vulnerable a los recuerdos decadentes. © Juan José Mestre |
sábado, abril 09, 2011
FLOR DE AZALEA
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