miércoles, marzo 02, 2011

EL TANGO



 
 
Un tango de Ferrer recorre el llano paisaje de la planicie, como desterrado del cemento ciudadano que le es propio. La letra se mezcla con la brisa irrestricta y sin esquinas. Esa extraña mezcolanza de bandoneón con yerba buena recala en la desnudez de la tarde. Los acordes llegan entrecortados, casi discordantes. De inmediato, la penumbra hace que los rostros de los escasos paseantes se me antojen espectrales. No es una sensación nueva: es tierra de albergar aparecidos la pampa. Sólo que los sones de esa música propia de otro entorno provoca una disociación en el espacio. De pronto, la melodía cesa y uno espera que todo vuelva a ser como antes; es inútil: nada es como era luego de un sortilegio. Algo ha pasado y se nota. Sólo que es muy difícil explicarlo. Tal vez en los versos perdidos en la tierra, quede la prueba de esto que cuento. Hasta es posible que se escuche una que otra nota entre las cruces del camposanto: "Arranque, arranque el vidrio, ventanero, y el marco saqueló con las cortinas, yo quiero la ventana más sencilla, un hueco y cuatro lados, compañero." Como si por aquí las ventanas fueran diferentes... 

© Juan José Mestre 

Entrecomillado: versos de "Tango del ventanero" de Horacio Ferrer.


 

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