domingo, febrero 27, 2011

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Un gorrión viene manso a mis manos. Lo retengo unos instantes. El fluir le reclama el vuelo. Esa no es mi misión en este cosmos inmóvil. Él va hacia los recónditos velos del éter. Quedo aquí, hueco. Ociosas las manos. Lánguidos los brazos. En la espesura del ser, Parménides hace un lazo más y lo dogmatiza. 


© Juan José Mestre

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