miércoles, febrero 23, 2011

MELODÍA A 13550 kg/m3 (*)



 
 
El bullicio de la sangre no se aquieta; persiste en su pueril intento de recordarlo todo. Los eucaliptos rugen apresando la tenue brisa de la tarde. La capturan -sátiros insaciables- y la trastocan en un rumor inquieto, malignamente obsceno, angelical, sordo... Semejantes a un chelo esparcen sobre la quietud insobornable del poniente las notas profundas de las venas, esas oscuras vías por donde corren los trenes de la esencia. Son acordes corruptos sobre un pretendido solo de ocres apagados, de opacos oboes que trasmutan en agudos rayos de sol en decadencia. La soledad es tanta que ahora la sangre es un vapor denso -casi como el mercurio. Hay un frustrado arranque de violines que culmina en un ritmo sincopado, de ancestral aquelarre invocado por la noche impertérrita, subyacente entre los caminos serenos del alma implorante de descanso. La sangre a esta hora es un pérfido percutir sobre las sienes coronadas de locura. Debe acallarse; sabe que debe hacerlo y sin clemencia prosigue con su bombeo mecánicamente absurdo. Advierte que sólo la melodía deshilachada de la muerte puede detenerla y continúa con su loco flujo de memorias. Los patos, entretanto, siguen con su vuelo de regreso. 

© Juan José Mestre 

(*) Densidad del mercurio

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