jueves, agosto 26, 2010

QUEBRADEÑO

Se yerguen los árboles memoriosos sobre la cumbre del ocaso. El soberbio plumaje del águila es una sombra lúgubre que vuela displicente. La fosa, recién cavada, trasunta la rectangular forma de la muerte. Un canto religioso se oye en la quebrada: el erke y su liturgia vaticina algo maligno en la sequedad del viento. Final, el silencio llega con la noche.




© Juan José Mestre

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