Por ese canto de luz en las espigas, por la justicia que llega tarde y no es justicia, por la ternura que se clava en las entrañas, por un poco de paz –conclusiva rareza de estos tiempos-, por el sol y por cielo (perpetuos hacedores de lo eterno), por ese amor que se da a hurtadillas y se agiganta ante los no prohibidos, por la pizca de luna entre los árboles, vaya mi grito de hoy -irrenunciable. 
© Juan José Mestre

 
 
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