miércoles, noviembre 29, 2006

Silente


Silente, la tarde bordea esa pacífica beatitud de tus senos jugueteando con la hierba ligeramente inquieta. Cincel de oro, tornea el sol la triunfal cimbra de tus muslos. Czarina en el limen del éxtasis, sabes de tu pronta muerte y te entregas, magnífica y ubérrima, a la celeste voluntad del éter. Brindas tu pubis generoso y fértil a cualquier estrella fugaz que lo penetre. En un instante, la leche de la noche cubre tus recatos, Popea encinta y bella. En calma, punteas de acechos la alborada. Sabes que la divinidad te espera…


© Juan José Mestre

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