sábado, mayo 01, 2010

EL MANDAMIENTO

“Tenés que trabajar”, sentenció su padre casi como un mandato bíblico. Él, con sus seis años, ni siquiera entendió de qué se trataba. Al día siguiente lo llevaron al campo. Mientras toda su familia encaraba las más variadas labores, a él lo habían puesto a jugar. Fue divertido al principio, pero cuando se cansó y se recostó sobre la tierra húmeda, un grito y un fustazo de su padre lo asustaron mucho. “¡Seguí trabajando!”, le gritó. Confundido, se levantó y continuó con lo que estaba haciendo. Unos días después, ya sin fuerzas, caía desplomado bajo el sol picante. Así fue toda su vida: estuvo en el campo de sol a sol, día a día. Ya de viejo, oía la voz absoluta e imperativa del padre y el único mandamiento que le había legado.



© Juan José Mestre

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