lunes, agosto 27, 2012

El amor en los tiempos de Nikita Serguéievich Jrushchov




Que mi tío Alberto tenía un carácter muy particular no era novedad para nadie. Era –digamos- un tanto difícil. Pero no al punto de involucrarme en uno de los episodios más bizarros de mi vida. Sucede que, en la época en que murió mi abuelo, allá por 1962, estaba de novio con una chica  cuyos padres era rusos. Recuerdo que vivían en la esquina de Belgrano y Brown. Y una tardecita de fines de noviembre me llevó a pasear a la casa de esa familia. Era varios hermanos, todos varones, salvo su novia y la madre. En el patio de la casa, un baldío enorme y sin ningún tipo de cuidado, la tarde transcurría apacible.       Hablaban de política, pero eso no me importaba en lo absoluto. Tampoco entendía nada. Algunos bebían té; los menos, vodka.  Yo, una Bidú Cola. Con intermitencias, el aburrimiento dejaba  pasar la tarde hacia el ocaso. Ya en pleno anochecer el cielo jugueteaba con los rojos, negro-azul y el último celeste del día. De pronto, los padres y los hermanos mayores de la novia salen de la casa a los gritos en ruso, enarbolando banderas rojas y a los tiros de arcabuces y trabucos. El susto fue mayúsculo. Nunca había visto nada igual.    Parecía una escena de guerra o poco menos. Una escena de un Dante afiebrado, loco. Muchos años después pude con comprender  el hecho: la familia era stalinista y protestaba contra el gobierno de Nikiita (que nada tenía que ver con la femme). No sé cómo contuve el llanto. Lo cierto es que ahí tuve la cabal idea de que para la mentalidad argentina de la época el comunismo era una cosa muy, muy mala…



© Juan José Mestre.





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