martes, noviembre 02, 2010

LA MUERTE


Alejada de todas las liturgias, entroniza cada una de las ausencias en su perverso y bien amado  reino del recuerdo. Los rostros, las miradas,  las caricias se nublan en sus dominios de pérdida sin matices. Incógnita final, se aleja con su botín de pasado y nostalgias. Nada más obsceno que ver las paredes de una casa derruida. Es algo que repugna, que estremece. Tal vez por la evidencia de tener por perdidas todas las batallas.


© Juan José Mestre


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