viernes, octubre 29, 2010

EL ADIÓS

CERRAR LOS OJOS

Cerrar los ojos para verte, luminosa, virginal, sagrada mujer de simples violetas. Escuchar los silencios de tu voz cuando me miras sin mirarme. Tomar tu mano suave y llevarla a mis sienes que duelen de agobio, marchitas por la niebla rigurosa de los años últimos.

Tibieza del vientre cobijando inviernos, dulce sabor a almizcle que penetra los poros afanosos de los muslos enlazados. Rosa negra de la noche roja para engendrar estrellas, plateado yelmo, efigie de luna, velas desmayadas en exiguos fuegos, poemario de suspiros cuando todos los versos han callado, sahumerio de sangre, oración de la carne, plegaria de amor, rezo del alba por pedir descanso.

Y un organillo le canta al trémulo paisaje de tus senos…




© Juan José Mestre


miércoles, octubre 27, 2010

OCTUBRE EN PRIMAVERA

Esa dualidad de octubre en primavera. El viento fresco, el sol que calienta la tarde, el verde tierno soñando en los retoños, una tormenta repentina, el trinar de un pájaro que eriza su plumaje en la mañana, una nube que deviene en otoño al paisaje, un verano incipiente que no alcanza su cénit, la luz que todo lo descubre el amor que se brinda en retazos de colores.


© Juan José Mestre


martes, octubre 26, 2010

EL DÍA


Los ojos secos. El sueño inconcluso. Un leve temblor de las manos. Los pájaros silenciosos. Ese mismo silencio que acalla aún más lo sigiloso. El sol iniciando su eterno recorrido sin atajos. Si alguna vez se supo algo de antemano, hoy es el día. El día en el que todo se hace lógico en cada minuto siguiente al último minuto.



© Juan José Mestre


lunes, octubre 25, 2010

EL SACRAMENTO

A Joaquín Galván

Un canto,
el arrullo del ángel
sobre el regazo
de su madre,
la paz que da el tener
unos cuantos meses
en este plano,
el agua,
el aceite,
la cristiandad inaugurada
en la inocente mirada del domingo,
el aire que llega fresco a las naves
del templo
y la voz del cielo
que se escapa
entre los corderos devenidos
en nubes:
“Yo te bautizo Joaquín,
Yo te bautizo.”

© Juan José Mestre

sábado, octubre 23, 2010

PROSA MUERTA

En el rescoldo helado del horizonte muero la peor de las muertes. Un cirio desganado llora sus lágrimas de espanto junto al lecho. Todos  los espectros salen de su escondrijo. Ronda el aire un hedor axiomático, elemental, irrefutable. No hay retorno; mañana, el día comenzará como hoy: exacto, preciso, límpido en su devenir de olvido.    





© Juan José Mestre

viernes, octubre 22, 2010

LA TERTULIA




El Tiempo. La pasión. Esa nimiedad del cielo yendo hacia el ocaso. Personas que le cantan al amor y a la desdicha, pero sin dejar de ser dichosas por el canto. El tiempo y la poesía. El tiempo en la poesía. Como construcción de la palabra. Como excusa. Como nuestra sangre en cinco líneas. Al entrar, todo se paraliza. Un instante que enmaraña los saludos y los nombres apenas esbozados. Después, empiezan a crearse los puentes, los ríos a fluir en la palabra, en las manos nerviosas y pacíficas del verbo y todo es un universo jamás imaginado. Los corazones se exaltan, se enciende el fuego sagrado de la palabra. Por un momento somos ángeles. Al minuto, el mármol de las nubes se confunde con las vetas quejumbrosas de algún verso. Pasa el tiempo y no pasa. El microcosmos se expande hacia lo etéreo. De pronto, todo ha terminado. Los miembros del taller de escritura del Área Cultural "Macedonio Fernández" de la Colonia Psiquiátrica de Oliveros deben emprender el retorno. Poco a poco, vuelve la realidad inmediata y cotidiana. Atrás queda otra, subyacente: la de la magia.

© Juan José Mestre

jueves, octubre 21, 2010

ESTRÉPITOS

Repetidos los ecos del mutismo 
en el viento del arcano enfurecido
(huyen los pájaros al no oír sus trinos),

mendigo de amor y sediento,
hurgo en la quebradiza estructura de la mente
toda la sangre que llegó al río

más los tormentos,  la indolencia del ser
sucumbiendo bajo la guillotina impar
que no excusa ni el seco golpe del perdón.



© Juan José Mestre

miércoles, octubre 20, 2010

ES MUY FÁCIL




Es muy fácil enamorarse de estos días en los que todo está en ciernes. La vida rompe su caparazón de invierno y se regala en mil colores. Las hojas tiernas se transparentan desde la virginidad de un verde casi incorpóreo. Algunos pájaros cantan sus alabanzas de albores con esa convicción de cielo que apenas se vislumbra. Es un coro primigenio, pero de alabanzas milenarias.  Todo es principio, chispazo, umbral. Ya llegará el tiempo de los frutos. Ahora, basta con respirar azahares. Ahora hay que aguardar a la vida que estalla a cada instante.


© Juan José Mestre

martes, octubre 19, 2010

GLICINAS CAEN DEL CIELO

Glicinas caen del cielo:
la brisa despoja sus pétalos
en la tremenda orfandad de la tierra.

Nadie se percata del impúdico mediodía
que con la solana mata al colibrí ávido de azul

mientras Jano retoza con una cuerda de trece colores…


© Juan José Mestre





lunes, octubre 18, 2010

TIERRA SECA

Cuando lo inusual se transforma en rutinario, hasta las grietas de la tierra se incorporan a esa masa amorfa que es el inconsciente colectivo. Animales muertos, sembradíos exhalando el pardusco olor de lo fenecido, el  sol a plomo que hiende los rastrojos sedientos del cénit impiadoso, una iguana que repta solitaria por la nada, un desolado árbol que pide protección a su escasa sombra, la angustia del hombre inerme y sin rumbo que otea un horizonte de fuego, refractado por sus propias llamas…  
Cuando lo inusual se transforma en rutinario, el deseo absurdo y engañoso del mañana vuelve pueril incluso el salado llanto de los pájaros yermos, atontados por la saña del fatal determinismo.



© Juan José Mestre


viernes, octubre 15, 2010

PAISAJE CON ELEMENTOS INCIERTOS

Las horas insólitas de cualquier mediodía,

algo inusual en el viento frío de enero,
y lo curioso de contemplar lo anodino.



© Juan José Mestre

miércoles, octubre 13, 2010

LUNA NUEVA



Era una nueva lunación que se avecinaba a ese cielo grisáceo de un día cualquiera. El canto de los mirlos imitaba un rumor sordo, pleno de ausencias.  Las sombras caían de a poco, como si no tuvieran prisa alguna. El viento del este impregnaba de humedad el aire adormecido de la tarde. Nada había de presagio en todo ello: un conocido rito se adueñaba del paisaje y nada que se opusiera a él era predecible. Más bien, la rutina se convertía en algo anodino y repetido que apagaba todos los destellos…


© Juan José Mestre



viernes, octubre 08, 2010

BARUJ Y YO

Descuajado de la vida y de la muerte
voy, como Baruj,
hacia el olvido.

Herético él como ninguno,
me acompaña con su expiación
del día a día.

El peor de los yerros fue perpetrado:
ser fieles a lo que los demás no aceptan.

Es por los demás
-precisamente-
que vamos hacia el estertor postrero,
en calma y sin batallas.

Que hagan cuantas tumbas quieran;
¡no nos pertenecen, no son nuestras!
tal como les toca a los descastados.


© Juan José Mestre.


jueves, octubre 07, 2010

LIENZO EN NOCTURNO

 
Pasos dolientes. Un ¿por qué? sin respuesta. La luna cubre a las almas con su manto de mujer clara. En la senectud de los tiempos todo se asemeja a la muerte. Fugaz, repentina, una libélula le da un soplo de alivio al ahogo. La ceguera hace estragos en los ojos hueros. En la bruma que eleva el rocío se intuye los rostros en su andar macilento. La tisis angustiosa de los andantes se asocia inconciente a un cuadro de Velásquez. Tal vez no sea más que eso, pero algo recalca la realidad del lienzo: no se sabe a ciencia cierta el motivo de la falta de símbolos en la oquedad de la noche.


© Juan José Mestre



miércoles, octubre 06, 2010

CENICIENTO

El gris es parte del paisaje,
un consabido herrumbre
en los vericuetos del alma

se huele en cada despedida
y la vejez se hace moho
con cada susurro desteñido…



© Juan José Mestre


martes, octubre 05, 2010

Uno se acostumbra

Uno se acostumbra
a las partidas.





Rutinarias,


se pierden en esa
incógnita


que es la savia
del árbol caduco de follaje.





Repentinas,


se esconden en
las horas para trocarse


en días, siglos, medioevos
prestos


a morir bajo el
fuego de las catapultas.





Porfiadas,


jamás nos darán
la ocasión del regreso.


¡Cuántas miradas
hemos perdido buscando


unos ojos grises bañados
en la pena de la despedida!








Displicentes,


se ahogan en el
blanco de las azucenas


y corean la
sangre de la rosa hasta hacerla


coágulo en el
alma regocijada en lutos.





Cántico de proscriptos
pardales, nos socavan el rostro,


nos hacen invisibles
larvas de légamo,


hasta que el último
de los soles caiga anónimo,


recóndito en sus
rayos de tedio.  








Y uno se
acostumbra.














© Juan José
Mestre









lunes, octubre 04, 2010

PROSA SIN NADA

Un archivo que no  abre, el verso que no llega, aquella mudez del árbol clamado por su fronda y la poesía que ha ido para otros sitios.    Tampoco se puede culpar a las musas: ya se sabe de su temperamento huidizo. Es ese ceniciento cielo, tan propiciatorio del nihilismo en los labios, en la mente, en la memoria inapelable del viento y del sigilo encaprichado y doliente…
 
( el archivo sigue
su porfía)
…armador de los
silencios.
© Juan José Mestre

sábado, octubre 02, 2010

NATURALEZA MUERTA

 

Sólo el piano quiebra el silencio. No se percibe desde dónde llegan sus notas. Algunas claras, otras diluidas por el viento solitario y pueril del asombro retraído. Las ramas, desnudas, casi muertas, semejan cruces convulsas en el contraluz de sus siluetas. Todo es dorado, pero nada es más que oropel de mediodía. Un verde impertinente hiere el sepia de la luz que se entiende con el paisaje vislumbrado tras el ventanal. La perfección de un bucólico y atroz momento que se prolonga en un arpegio de fantasmales interiores. Nada, absolutamente nada puede quebrar la secuencia de estas luces que huyen para prolongar la agonía del próximo minuto. Paradojal destino de la naturaleza esta pericia de conjugar paz con espanto, de igualar la belleza de lo externo con la ferocidad del morir atónito por la paz y la desesperanza.

© Juan José Mestre

viernes, octubre 01, 2010

INVENTARIO DE OCASO

Un verso,
azucenas que repican su blancura
en las campanas de un templo abandonado,
el horizonte extraviando límites en esencias,

unos ojos húmedos
viendo el callado sermón en la brillantez del ocaso,
la pasión de la ausencia distorsionando élitros,  
el suave hechizo de la luna aprisionada por las gotas de rocío,

y el viento entremezclado en un salmo que se oye muy lejano.



© Juan José Mestre