jueves, noviembre 30, 2006

SILOGISMO SIN PREMISAS



Si me dices que sí, estoy perdido;
perdido estoy si me dices que no.
En el dilema cotidiano de ir perdiendo haberes
por perderlos nada más,
no caí en la cuenta de haberte ganado, Amor,
como quien va ganando pizcas de abalorios
por ganarlos porque sí.
Así,
ganando pérdidas y perdiendo acervos,
fue que me vi en el día a día
calculando cálculos incalculables
y no me di cuenta (otra vez)
del hecho irrefutable, Amor,
de ser yo vos y vos yo
y que
-definitivamente-
si me dices que sí, estoy perdido
y
perdido estoy si me dices que no.




© Juan José Mestre

miércoles, noviembre 29, 2006

Silente


Silente, la tarde bordea esa pacífica beatitud de tus senos jugueteando con la hierba ligeramente inquieta. Cincel de oro, tornea el sol la triunfal cimbra de tus muslos. Czarina en el limen del éxtasis, sabes de tu pronta muerte y te entregas, magnífica y ubérrima, a la celeste voluntad del éter. Brindas tu pubis generoso y fértil a cualquier estrella fugaz que lo penetre. En un instante, la leche de la noche cubre tus recatos, Popea encinta y bella. En calma, punteas de acechos la alborada. Sabes que la divinidad te espera…


© Juan José Mestre

sábado, noviembre 25, 2006

DE PRONTO

De pronto, el cielo vira sus azules hacia el gris de la tormenta. Un viento solapado borra los subrepticios surcos de los sembradíos que se cubren con la cerrazón de las espigas. La pampa viste sus ancestrales ropajes: el llano desnudo que vuelve a la malignidad congénita de elementos desatados a fines de noviembre. Es noche. Un centauro hace un bies entre las nubes. Se sabe que en un rato la mansedumbre volverá sobre sus pasos. Pero para entonces puede que nada sea igual, nada.



© Juan José Mestre

viernes, noviembre 24, 2006

Opaco


La locura de amar locamente. Luego, la lluvia que borra huellas, el encanto roto de un sueño ya resquebrajado, ilusión muerta en los rastrojos, cenagosa inquietud del laberinto trazado en tu mirada, pútrida encarnación de la muerte que trae más muerte, enamorada ventisca ovillando éter, garabato de las hojas torneadas de desidias, un colibrí exudado de colores y bebiendo licor agrio, allí donde estallan las plegarias.


© Juan José Mestre


jueves, noviembre 23, 2006

YIRA YIRA

YIRA YIRA



Cuando me preguntan sobre mi estilo entre melancólico y escéptico, acude a mí la imagen de mi viejo. Él era así: un dulce hombre que mucha fe no tenía en el mundo, pero que amaba profunda y calladamente a la gente. Es que la vida lo castigó duro. En este sentido, no es de extrañar que su tango preferido fuera Yira yira. Y si algo me identifica con su personalidad es, justamente, esta letra de Enrique Santos Discépolo.

Verás que todo el mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa...
¡Yira!... ¡Yira!...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.

Es un himno a la impotencia de ser lo que se es por ese albedrío esclavo que la falta de solidaridad y el feroz individualismo imponen a los que no tienen más que la esperanza de un abrazo para seguir adelante. Yo he vivido ese desgarro. Como mi padre y como muchos de nosotros. Porque es un drama universal y, como tal, no debe sorprendernos si se nos advierte que
Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao...
Cuando te dejen tirao
después de cinchar
lo mismo que a mí.
Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropaque vas a dejar...
Te acordarás de este otario
que un día, cansado,
¡se puso a ladrar!

Y mi viejo, un día, ladró. A mi turno, yo también lo he hecho. Tal vez sea nuestro escudo de armas, nuestra bandera para enarbolar. Nunca le pregunté a mi padre si estaba orgulloso de ello. Pero puedo hablar por mí y decir que sí. Un ladrido no es poca cosa.



© Juan José Mestre

miércoles, noviembre 22, 2006

AL POETA DE VENADO



AL POETA DE VENADO


A Juan José Mestre, poeta argentino que honra las letras.
Jeniffer Moore
Miami, Noviembre 7, 2006

Gracias Señor, el día está nublado
los ángeles se alistan para entonar canción
hay coros celestiales que saben lo que siento
y creo en este día, aunque no salga el sol.
Mi amigo, allá en las pampas rezuma sus tristezas
armando en cada verso las notas de cristal,
debajo cien aromos que amparan su nostalgia
él viaja al horizonte del por siempre jamás.
Y extiendo estos dedos inútiles ahora
para alcanzar su sueño, para viajar con él
y escribo versos pobres, mansos y sonrientes
por si algún ave del cielo lo viera aparecer.
Que una cita tenemos a los pies del venado
con un ojo de incendios que lo alberga feliz,
yo lo espero, él me espera recostado en las pampas
sol y nubes, el mate, tantos versos y así...


JENIFFER MOORE

SAGITARIO



El centauro lanza flechas,
lanza y lanza,
flechas de amor al Sol,
al universo le canturrea
una balada de Aznavour,
a la cascada, notas de Supertramp
mientras el viento lleva hacia los montes
un aria de Bach para la cuerda del Sol;
el petirrojo, trino de Vivaldi
que salta vertiginoso,
saeta de luz al mediodía,
vidala en cinco notas que advienen
desde la Puna con su llanto,
con su quena trocada en flauta de Pan.



© Juan José Mestre

martes, noviembre 21, 2006

BLACK MAGIG WOMAN


Hechicera.

Del bosque.

En flor te abres para brindarte, maligna ternura, con el umbrío propósito de apresarme en la noche de tus muslos. Y en esa noche perezco libando la embriaguez de tu vientre.

Hechicera.

El bajo astral es tu cielo.

Muluk quiere enfocarte en su brillante leche y se ensombrece.

El yin y yang gira enloquecido hasta acordar la caricia gris de los pezones.

Sibila ejecutando tu plan amor y muerte. Ven, ven… copula conmigo.

Tu redención puede estar en mis brazos.

En el amor sosegado de Sagitario, vencido por tus negros ojos.

Ríndete ya, Guerrera…




© Juan José Mestre

sábado, noviembre 18, 2006

Synedion


Coronación solar en las sienes,
manos
con estigmas de agua,

llagas de cielo en los pies,
dulce
pregunta a las aves del Sanedrín,

un beso,
treinta monedas,
un simple amor camino

a la cruz
del hombre por el hombre;
rumbo incierto,

eventual redención del río
que corre
manso, indiferente.




© Juan José Mestre

viernes, noviembre 17, 2006

Djebel Usdum

Estatua de sal,
la lluvia
hidrata
todo fermento
del ser/no ser
en las celdas
del instinto
y muere
en la lágrima
procelosa
del mar que se
repliega.




© Juan José Mestre

El atormentado de Kraiot


Sed.
Fauces resquebrajadas.
Lengua árida, labios partidos,
palabras que no salen del farfullar
vacío de la horca del sol en su plenitud aletargada.

Seco golpe del silencio, acre hedor en la campiña.

Las sombras se han ido con la muerte.

-un cuerpo mece sus pies tan semejantes a los de Judas.






© Juan José Mestre Posted by Picasa

CRETENSE



Cancerbero y Minotauro
giran y giran cual cofrades
del mito que se hace real

mi alma desalmada

observa con deleite
el prodigioso juego
de las volutas del humo

que /danzando/ veneran
las cenizas de Ariadna
junto al hilo para no alcanzar



© Juan José Mestre Posted by Picasa

EL CEMENTERIO


FOTO: (C) Jorge Vázquez



No voy a explicarlo. Simplemente llegué. Paré el motor del auto y me quedé sentado allí. La puerta principal del cementerio estaba enmarcada por una cruz y una leyenda política pintada con aerosol. Sí. No voy a explicarlo, porque todos los que son de acá saben perfectamente cómo se llega al cementerio. Cuando comencé a tomarme el trabajo de escribir esto, dije: no sé cómo fui a parar allí. Debí haber dicho: no sé por qué fui a parar allí.

De cuando en cuando echaba una mirada al cielo, a pesar de la luz a gas de mercurio que la municipalidad había instalado en toda la extensión del frente sin darse por aludida de la inutilidad de aquellas columnas o, por lo menos, con la intención de ganarse la simpatía de los deudos que, en definitiva, constituían toda la población de la ciudad y sus alrededores.

- Papá, yo no sé por qué no vivís más con nosotros. ¿Es porque me porto mal?

- No, no. No es porque te portás mal.

La puerta del cementerio dejaba ver sus calles oscuras y desiertas. A esa hora parecían la cosa más absurda hecha por el hombre.

- Entonces, ¿por qué papá?

Absurda. La cosa más absurda hecha por el hombre.

- ¿Por qué papá?
-
- El amor es como un juguete. Se rompe y entonces…

Sí. Absurdas. Esas calles ahora eran absurdas. No tenían sentido.

- …se tira.
- Cuando yo tengo un juguete que me gusta, por más roto que esté no lo tiro.

Y bien, ahora me doy cuenta. El amor no se rompe; se rasga y va adoptando distintas formas. Hasta la transformación total. Y es en ese instante en que uno lo abandona creyendo que se terminó. Las calles del cementerio estaban hechas para que la gente caminara por ellas de día. O las almas –si es que existen y necesitan de las calles-, de noche. Me pareció ser muy semejante a Hamlet. Sólo que yo no tenía un cráneo en la mano ni me atormentaba con su eterno dilema: “ser o no ser”; para mí esa frase no significa una disyuntiva, implica dos posibilidades frente a la vida: Ser o NO ser. El amor que yo tenía por mi mujer bien podría haberse transformado en amor hacia mi hijo. “Nada se pierde, todo se transforma”. Pero en esa metamorfosis hay cosas que toman irremediablemente el camino hacia la nada.

Dicen que la humanidad estará salvada mientras haya amor; que un ser sin amor no puede vivir. Que no se puede ser ateo nunca completamente, pues en un simple adiós se invoca al Señor – a la mayúscula la utilizo por costumbre, no porque signifique algo para mí- y entonces, ¿qué? Yo no amo, no creo en Dios y, sin embargo, vivo. Existo.

La radio emitía solamente música y, muy de cuando, una noticia y un aviso. Hay horas en las que la máquina de la sociedad de consumo detiene un poco su ritmo, no para reparar los destrozos que causa en los hombres con su publicidad repetida por enésima vez en un día, sino porque son pocos los que se someten a la tortura continua de escuchar o ver un aviso, ya sea en forma de pantalla televisiva, afiche o letrero luminoso. La música era “para todos los gustos” según decía el locutor que hablaba a través de una cinta magnetofónica, pero para que yo pudiese oír algo de “mi” gusto habían de pasar, en interminables seguidillas, tangos, valses de Strauss, samba, cumbia, música progresiva, nocturnos adaptados o no, ritmos africanos, arias de ópera, folklore… y toda esa mezcla escapaba por la ventanilla y se trepaban por las cruces de las tumbas. A los muertos no les molestaba o por lo menos no manifestaron lo contrario; y ahí estaba solo con mi radio., de modo que nadie podía reprocharme que perturbaba su descanso.

Las nubes se amontonaban en el norte empujadas por el viento sur y la lluvia ya no era más que una niebla espesa. Siempre me gustó establecer diferencias. Ellos y yo. Ellos son materia. Yo soy materia. Pero viva. Y ellos, muerta. Alguna vez ellos también han tenido vida; yo seré como ellos alguna vez entonces, la diferencia es ahora. A mí me importa el AHORA. El pasado hizo posible. Porque lo conozco. Y el futuro también. Porque lo conozco. A mí me importa el AHORA. Y el AHORA es esto: VIVO, SOY, EXISTO.

Puse en marcha el motor y me alejé rápidamente, zigzagueando por la humedad del pavimento. A medida que aumentaba la velocidad, me repetía constantemente: VIVO. SOY. EXISTO. ESO ME BASTA.




© Juan José Mestre, 1974

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DE PIAGET, OLIMPO Y UNIDAD




El día en que me volví abstracto fue el más feliz de mi vida. Nadie que me viera, que sospechara siquiera de mi presencia, que osara imaginarme, que me juzgara por mis ideas o por mis obras, mis vestiduras o el color de mis ojos. Nadie, tampoco, que emitiera dictamen acerca de mi lucidez mental o mi locura, mi alegría o mi tristeza. Es que no era circular, cuadrado, oblongo o informe. Me había convertido en un profundo ensimismamiento que, a la larga, implicaba la más absoluta libertad a la que un alguien puede desear. Recuerdo que me decidí por la quietud. Así estoy, desde el momento en que mi memoria dejó de registrar el tiempo. Esto tampoco es poca cosa: ahora, sólo me preocupan los colores de los dos crepúsculos, lo inmenso de la nube portadora de agua fresca y este cielo del que soy parte.



© Juan José Mestre Posted by Picasa